viernes, 26 de junio de 2009

Muere Mickel Jackson

Ha muerto el "rey del pop", Mickel Jackson. El artista tenía previsto dar unos cincuenta conciertos en Londres desde el próximo 13 de julio, habiendo agotado todas las entradas disponibles en cuestión de minutos. Sus seguidores esperaban que esas actuaciones fueran el preludio de una gira mundial, nuevos discos, películas, espectáculos musicales en Las Vegas y Macao, y hasta un casino.

Nadie puede pasar por alto su fama mundial y sus éxitos ya que fue el intérprete más premiado en la historia de la música popular (405 galardones, entre ellos 18 grammys) y con unas ventas durante su carrera estimadas en 750 millones de discos.

Hoy la noticia de su muerte es conocida en todo el mundo, desde China, Australia hasta Colombia o Perú, en todas las lenguas, en la prensa, portales de internet, blogs, en YouTube y Facebook o la televisión, distintas imágenes acompañan editoriales, columnas, biografías sobre la vida de uno de los artistas más controvertidos de las últimas décadas y el primer artista afroamericano que llegó a la fama.

Y a pesar de tanto éxito y tanta fama, su vida estaba llena de sufrimiento. El "rey del pop" quiso a toda costa ser quien no era y recuperar lo que nunca tuvo: no era de raza blanca y no tuvo infancia, viviendo toda su vida para conseguir ambas cosas. ¿Lo consiguió? ¿Le fue suficiente todo el éxito, la fama y la riqueza que obtuvo? Sus fans están satisfechos con su música y no en vano le proclamaron rey; pero Mickel Jackson se quedó sin conseguir su infancia perdida y sin recuerar su autoestima, y en definitiva sin satisfacer sus propios deseos.

"Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?" (Marcos 8:36)

No conozcí a M. Jackson y mucho menos los deseos de su corazón y las intenciones de su alma, y aunque las conociera, eso le corresponde juzgarlo a Dios; pero la trayectoria de su vida nos muestra que a pesar de ser proclamado "rey" en esta tierra y ser adorado por multidudes, su vida estuvo llena de conflictos y cuestionados sus valores hasta el fin de sus días.

Te propongo hoy que realices una reflexión personal de tu vida, seguramente no eres famoso, ni tienes tanto dinero, pero necesitas saber a donde se dirigen tus pasos, cual es tu propósito en esta vida, que recompensa esperas..... Te invito a que coloques tu mirada hacia el verdadero REY, el Único que puede darte lo que realmente necesitas, aunque esto no sea lo que quieres.

El Único que te conoce desde "el vientre de tu madre" (Salmos 139:13), el Único REY de REYES y SEÑOR de SEÑORES. La noticia de la segunda venida del REY se está conociendo ya en el mundo entero. ¿Quieres preparte tú para este acontecimiento? ¿Serás uno de los que "compren las entradas" a última hora? Puede que se agoten o sea demasiado tarde para tí. ¿No crees que te merece más la pena ocuparte de tu alma que de las riquezas y de la vanidad de este mundo?

martes, 16 de junio de 2009

¡Silencio o gritos! Violencia de género


¡Guardemos 11 minutos de silencio por cada uno de los asesinatos de violencia de género, desde abril hasta hoy en España!

El pasado día 3 de abril, de una mujer a Granadina del Piñar (Granada), el día 10 de abril, de una mujer a Valencia de Alcántara (Cáceres), el día 18 de abril, de una mujer en la localidad alicantina de Torrevieja, el día 9 de mayo, de una mujer en Irún (Guipúzcoa), el día 19 de mayo, de una mujer a Albox (Almería), el día 27 de mayo, de una mujer en Castellón, el día 28 de mayo, de una mujer en Orihuela (Alicante), el día 30 de mayo, de una mujer en Malgrat de Mar (Barcelona), el día 2 de junio, de una mujer de Abrera (Barcelona), el día 13 de junio, de una mujer a Habla (Madrid) y ayer, de una mujer en Elche (Alicante), todas ellas víctimas de la violencia de género!

Y yo me pregunto ¿solucionamos algo guardando silencio? Se que el silencio es señal de respeto por cada una de las víctimas... pero yo propongo no guardar silencio si no gritar. ¡Gritar tanto que todo el mundo nos escuche! Que nos escuchen los niños, los ancianos, los jóvenes, los adultos, los políticos, los empresarios, los reyes y poderosos de la tierra.... pero sobre todo los ¡AGRESORES!

Gritemos para decir ¡BASTA YA! en una sociedad cada vez más fría y hostil, más egoista y violenta. A todas las mujeres que sufren por el simple hecho de ser mujer, porque las que han muerto a manos de sus parejas ya descansan, quiero dedicarles este poema:

"Tengo Sed. Me has quitado las praderas del norte,
regadas por arroyos de respeto y cariño.
Tengo frío. Te has ido con el sur de mi alcoba,
dejándome las huellas de tu hielo en mi cuerpo.
No sé qué hacer. La vida me parece una tumba
donde me has enterrado viva, una oscuridad
irrespirable, un túnel sin salida una muerte
prolongada, el vacío, la ausencia, el desamparo.
Me siento tan vencida por tu odio, tan débil,
tan aterrorizada y tan inexistente,
que no puedo llorar, ni llamar por teléfono
a mis padres ( que acaso me dirían: “Aguanta,
que por algo naciste mujer”), ni hacerle señas
a la vecina desde la ventana. Me quedo
acurrucada en un rincón del dormitorio
esperando que vuelvas y sigas arrasando
con gestos de desprecio, con golpes y con gritos
aquel campo de amor que cultivamos juntos."

LUIS ALBERTO DE CUENCA


Vecino, amigo, familiar, alguien... denúncia lo que ves, lo que oyes, lo que crees que ocurre detrás de esa puerta. Todavía estás a tiempo, puedes salvarla, no te detengas, se solidario aunque sepas que ella no quiere porque sencillamente no puede decidir, está anulada.

Mujer: si estás sufriendo en silencio la violencia en tu cuerpo o en tu mente, ¡no te detengas! ¡denúncialo! ¡no te ama, no es amor lo que emana de su hechos! ¡no cambiará, porque es un hábito adquirido muy difícil de dejar! ¡No permitas que las listas de mujeres muertas por violencia de género aumenten contigo!¡Pide SOCORRO! A tí mujer, esposa, madre, joven quiero que leas esta oración y pidas a Dios que te de fuerzas y valor para salir de donde estés:

"Líbrame, oh Jehová, del hombre malo; guárdame de hombres violentos, los cuales maquinan males en el corazón, cada día urden contiendas... Líbrame de los hombres injuriosos, que han pensado trastornar mis pasos.... Escucha oh Jehová la voz de mis ruegos... No concedas al impío sus deseos, no saques adelante sus pensamientos... Yo se que Jehová tomará a su cargo la causa del afligido y el derecho de los necesitados" (Salmo 140)

lunes, 8 de junio de 2009

Una hija con díndrome de down

El nacimiento de un hijo con alguna minusvalía puede considerarse como una fuente propia de estrés, con aumento de preocupaciones basadas en las necesidades especiales del niño. Los padres tienen reacciones emocionales diferentes, pasan por diversas fases cuando se les comunica el diagnóstico, tienen reacciones diversas y afrontan la situación de manera positiva o negativa.

En otro momento me gustaría hablar de los tabús que existen sobre los niños que padecen alguna minusvalía, y sobre todo de los que tienen mermadas sus capacidades mentales, pero en esta ocasión quiero reescribir una carta de un padre a su hija con síndrome de down, que resume muy bien lo que yo hubiera escrito al respecto.

(Del libro de Josep Maria Espinás, Tu nombre es Olga. 1985).

“[(...) Estimada Olga, ¡es tan bonito que me pidas por favor cualquier cosa que tengo el deber de hacer...! Con tu manera de ser no me has hecho sentir, nunca que ningún deber fuera pesado. Ni el dar la cara públicamente para defender los derechos de los que son como tú.

Todo empezó cuando, una tarde, me vino a ver a casa un matrimonio, los Martínez de Foix. Yo no los conocía. No recuerdo cómo empezó la conversación, pero al cabo de un rato me explicó su caso: Eran padres de un hijo deficiente mental y formaban parte de una entidad que se había fundado hacía poco, Aspanias, Asociación de Padres de Niños y Adolescentes Subnormales. Se dirigían a mí, me dijeron, porque yo escribía en la prensa y podía ayudarles a difundir la existencia de la asociación y a sensibilizar a la sociedad sobre un tema que prácticamente era tabú. Su discreción fue exquisita, porque en ningún momento insinuaron nada que pudiera hacerme suponer que sabían que me encontraba en su caso. Claro está que lo sabían, y por eso me habían venido a ver, pero el respeto por mi libertad fue ejemplar. O sea, que lo hicieron muy bien. La prueba es que no tardé mucho a hablarles de ti, Olga, y me parece que cuando lo hice se sintieron mucho más tranquilos, y yo también.

A partir de entonces me incorporé a Aspanias y, modestamente, colaboré bastante tiempo. El resto de la junta trabajaba mucho más, en la práctica, y dedicaban generosamente horas y esfuerzos a hacer inacabables gestiones, que topaban con la incomprensión, increíble, de gobernadores, civiles y todo tipo de organismos, y con la reticencia, más comprensible, de los padres que tenían hijos como tú. Por qué lo tienes que entender, Olga: La gente se había acostumbrado a esconderos, y no les tenemos que acusar, ahora, de una manera que podría ser injusta.

¿Qué habría hecho, yo, unos cuantos años atrás? ¿Qué habría hecho, en aquel mismo momento, si hubiera vivido en otro ambiente, si hubiera tenido otra formación u otro carácter, si – ve a saber – no me hubieran comprometido los Martínez de Foix o, incluso, si tú no hubieras sido una persona tan agradable – sí, tú, eres una persona extraordinariamente agradable y afectuosa, Olga – y reveladora de sentimientos de solidaridad? Pero es cierto que sólo unos cuantos padres – y había miles – aceptaban el hecho. Había que hacer alguna cosa para que se libraran del sentimiento de culpa – erróneo –, del sentimiento de vergüenza – socialmente heredado –, del
sentimiento de impotencia y de fracaso vital. Hacía falta airear el problema, como se suele decir, y sacarlo a la calle. Y para sacarlo a la calle teníamos que salir nosotros. ¿Si nosotros no dábamos la cara, como podíamos reclamar nada? Me encargaron una parte de este trabajo, porque yo los podía ayudar a redactar notas para la prensa y acompañarlos – como persona ya un poco
conocida – a hacer algunas visitas. Y me encontré escribiendo artículos exponiendo – como padre – la falta de atención pública hacia los subnormales, y presentando desde un escenario unos primeros festivales artísticos que, más que recoger dinero, lo que querían era convertir en noticia un tema demasiadosilenciado.

Te tengo que decir, Olga, que ni yo me movía pensando en ti, ni mis compañeros en sus hijos. Veíamos claro que ya no estábamos a tiempo de resolver nuestros casos, pero que teníamos que trabajar por las generaciones futuras. Para poner en marcha un movimiento que tendría que permitir, a los que fuesen el día de mañana padres de niños subnormales, encontrarse en una situación más favorable desde todos los puntos de vista: Atención médica, centros de educación al alcance de todo el mundo, ayuda económica, apoyo social... Habíamos puesto en marcha, entonces, la nueva canción, que me dio tantas alegrías y, un día, una lección muy amarga. Recibí un anónimo, que rompí inmediatamente pero que he recordado siempre. Decía: “Parece mentira
que teniendo una hija mongólica tengas la cara y la insensibilidad de salir a cantar”. El esconocido quería herirme, pero conseguí fortalecer lo que yo pensaba (y que continuara cantando con más motivos, todavía).

Para el anónimo comunicante, yo tenía que convertirme en víctima de ti, Olga... y al automutilarme como persona acabar haciéndote a ti víctima de mi perturbación. Ya hace tiempo que lo tengo muy claro: El primer derecho que tienen los hijos subnormales es tener unos padres normales. Normales quiere decir unos padres que acepten su hijo deficiente como un ser humano que se incorpora a su vida, no que la destruye. Normales quiere decir unos padres que
comprenden que la relación con el hijo tiene que ser compatible con la natural relación con el resto de la familia, con los amigos, con todo el mundo.

Normales quiere decir unos padres que no se hunden ante la desdicha, sino que saben amar las pequeñas o grandes satisfacciones que da, también, la vida. Normales quiere decir a unos padres que no disfruten autocastigándose, por una patología de la conciencia. Normales quiere decir unos padres que en vez de alimentar de manera enfermiza su excepcionalidad de padres, alimenten constructivamente su normalidad de personas. Tus amigos y tú, Olga, necesitáis padres capaces de reír, de animarse con cualquier proyecto, de ir a bailar y de cenar con amigos, de estar alegres para encomendaros alegría y no tristeza, de estar centrados para encomendaros bienestar y no angustia; padres que no siempre estén pensando en vosotros, porque necesitáis a unos padres mentalmente y afectivamente abiertos y saludables.

Más que los otros niños, necesitáis a unos padres normales. Y que canten. A ti te gusta mucho cantar, Olga. ¡Si supieras cómo me hace feliz, que cantes...! Y ahora dime: ¿si tú cantas, por qué no puedo cantar yo? (...)]".