viernes, 16 de mayo de 2008

La violencia contra la mujer y sus consecuencias en los hijos (Parte I)

Los niños/as que conviven en un entorno de violencia de género son también víctimas de estas agresiones de una manera u otra. Me explicaré, puede o no que reciban la violencia psíquica y/o física de forma directa como la recibe su madre, pero lo que sí es seguro es que presentan dificultades emocionales, cognitivas, sociales, etc.


La violencia contra la mujer, tiene en los hijos consecuencias a corto y medio plazo, pero las más importantes son las consecuencias a largo plazo. Éstas pueden ser la repetición de los roles que han vivido en su hogar y la transmisión de la violencia en las generaciones posteriores.

Los niños/as que han vivido o viven en situaciones de violencia de género en el ámbito familiar, por lo general se sienten culpables de la situación entre los adultos, por lo que modifican sus formas de actuar por no provocar más violencia y no comprenden porque su madre no rompe este tipo de relación, sintiéndose éstos/as desprotegidos o en alerta constante. No comprenden porque su padre actúa violentamente y esto puede desencadenar una actitud pasiva ante tales hechos llegando a formar (las agresiones) parte de su vida y en su manera de comprender el mundo (ya sea como víctima, como victimario o como ambas cosas).

Es importante tener en cuenta que tanto los menores que son testimonios
de la violencia hacia su madre, como los menores que reciben de forma directa la violencia por parte de su padre presentan efectos muy similares. Si el maltratador comienza con la violencia hacia la mujer, seguramente después se acabará extendiendo al resto de miembros de la familia, o sea, a los hijos.

Otra consecuencia de la violencia es que, a medida que la violencia hacia la madre va aumentando, ésta va sufriendo más consecuencias (estrés, síntomas depresivos, somatizaciones, etc.) que le van a impedir desarrollar su función de madre-educadora correctamente. Por ejemplo, las madres que viven violencia de género en el ámbito familiar sufren una desautorización constante por parte del padre sobre sus hijos / as, lo cual genera un desgaste, una pérdida de la autoestima y una sensación de no poder educar a sus hijos / as.

Antes de que éstas madres reciban soporte terapéutico muchas veces no son conscientes de que estos problemas con los menores son fruto de la situación de violencia, y se culpabilizan de tal situación y/o responsabilizan al menor con frases típicas: “es un niño muy rebelde”, “mi hija nunca hace caso de lo que le digo”, “tiene ganas de hacerme la vida imposible”...)

Consecuentemente el vínculo materno – filial se va mermando y, por lo tanto, la sensación de desprotección y culpa por parte de la hija /hijo aumenta y la sensación de desbordamiento y estrés por parte de la madre también. Estos progenitores, por otra parte, pueden tener problemas para establecer una relación afectuosa y próxima con sus hijos/as generando dificultades en la vinculación afectiva de éstos en un futuro. Por otro lado también pueden dejar de atender algunas necesidades básicas llegando a provocar situaciones de negligencia.
Los menores ya sean víctimas directas de los maltratos y que, están presentes durante los agresiones o no, pero perciben el clima de terror, también pueden presentar consecuencias físicas más allá de las lesiones (si las hay) como alteraciones del sueño, de la alimentación, retraso en el desarrollo etc; Alteraciones emocionales (como ansiedad, baja autoestima y estrés); Y problemas cognitivos y conductuales (dificultades escolares, falta de habilidades sociales, agresividad...)

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